domingo, 2 de octubre de 2011

La piedra azul de Goiania


El Instituto Goiano de Radioterapia, una clínica privada localizada a un kilómetro al noroeste de Praça Cívica, fue abandonado en 1985. Una unidad de teleterapia, con cesio-137 en su interior, fue abandonada en el inmueble. A lo largo de los años siguientes, muchas personas sin hogar, ocupas y chatarreros entraron en el edificio.





El 13 de septiembre de 1987, Roberto dos Santos Alves y Wagner Mota Pereira, dos chatarreros a tiempo parcial de la ciudad brasileña, entraron en el edificio abandonado, buscando morralla y metal para vender a buen precio. Con una de sus viejas carretillas consiguieron recopilar más de 600 kg de plomo y acero; fundamentalmente extraídos de una de las máquinas de teleterapia de la clínica, que también se llevaron. Sin saberlo estaban desmembrando un peligroso equipo radiológico cargado de cloruro de cesio.


Los chatarreros empujaron la pesada carretilla hasta la casa de Santos Alves, y así poder desmenuzar con tiempo su botín. Nada hacía presagiar a los incautos que esos 600 metros de recorrido iban a ser levantados, por decenas de excavadoras unas semanas más tarde, para filtrar y limpiar hasta el último gramo de tierra contaminada.





Una vez allí y a golpe de martillo, fragmentaron todo el equipamiento para poder clasificar el material. Un pequeño cilindro, del tamaño de un dedal, se desprendió de la máquina. Era la cápsula del componente radiactivo. Un robusto tubo de plomo y acero que contenía la fuente. Ésta giraba libremente dentro del dedal y sólo irradiaba y emitía luz cuando coincidía con una pequeña ventana de iridio del cerramiento exterior. Un pequeño farol ‘eterno’ a modo de juguete divertido y peligroso.





Ambos intentaron abrir el cilindro para sacar lo que creían eran unos gramos de pólvora antes de desistir y vendérselo a su compañero,  Devair Alves Ferreira que consiguió romper la cobertura de la cápsula para sacar el polvo azul. Quería fabricar el anillo más fascinante y mágico que nunca habría visto su mujer. Convocó a todo el vecindario para jugar y tocar la piedra y los polvos fluorescentes que de ella se desprendían. El hermano de de Devair,Ivo ,se tatuó una cruz en el abdomen con la piedra. Otros se maquillaron la cara con pinturas luminosas ‘de guerra’ o esparcieron el polvo por los corrales para el jolgorio animal. Ivo extrajo el polvo de la fuente, a pocos metros de su casa, y lo esparció por el suelo. Su hija Leide, de seis años, estuvo posteriormente comiendo sentada en el suelo, con lo que absorbió parte del material radiactivo. Leide estaba tan fascinada con el resplandor azul del suelo que se lo untó en su cuerpo y se lo mostró a su madre.
Dos días después comenzaron los problemas. Los dos chatarreros empezaron a vomitar cruelmente, achacando los síntomas a una mala digestión. Acabaron en el hospital en la sección de enfermedades tropicales. Pronto se dieron cuenta en el barrio que algo no funcionaba. Más de 600 personas estuvieron en contacto directo con el cesio antes de que la tía de Leide barruntara una relación directa entre la piedra mágica y los cuerpos hinchados. Gabriela Maria Ferreira  llevó la piedra al hospital el 28 de septiembre, dos semanas después del robo de la fuente, Gabriela fue en autobús con uno de los empleados de la chatarrería, transportando la fuente en una bolsa plástica. Allí, el físico Paulo Roberto Monteiro sospechó que la fuente era peligrosa, y la mantuvo alejada de sí mismo y de otras personas. Gabriela falleció el 23 de octubre.
En la mañana del 29 de septiembre un físico visitó el hospital donde se encontraba alojada la fuente, analizándola con un contador de centelleos, lo que confirmó la presencia de radiactividad. Este incidente fue reportado esa misma tarde.
Inicialmente murieron cuatro personas por síndrome de radiación aguda, y otras cuatro en los siguientes cuatro años. 5000 personas vivían en el área de riesgo, pero el operativo estableció que sólo 600 fueron víctimas de una radiación excesiva; por encima de los 0,3 Sv. Sin embargo, el llamado ‘estrés crónico’ afecta a toda la ciudad desde entonces.





Debido a los fallecimientos, a los tres médicos que fueron encargados de mantener y operar el aparato de radioterapia se les atribuyeron cargos por homicidio por negligencia. El argumento esgrimido fue la enorme negligencia de los ex-responsables, que dejaron abandonado un aparato potencialmente peligroso. El accidente demostró la importancia de que las autoridades públicas procedan a inventariar y monitorizar cualquier fuente importante de radiación.
Fuente:
wikipedia.org

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